Catedral de Lima con las luces que delatan la condición del día. |
En Perú existe solo una ciudad. Lima. La capital debe cargar con el centralismo común de los países latinos, debe albergar la tercera parte de la población peruana y sus bellas edificaciones antiguas, que son parte del Patrimonio de la Humanidad, deben mimetizar un poco ese odio tan notable entre clases sociales, en las que unos son llamados cholos y otros ricos pilifichines.
El corazón de esta bella ciudad es su Plaza de Armas, herencia del imperio español, cuando el país inca aún era sucursal de la oligarquía europea. se robaron mucho oro e implementaron una religión sesgada que hoy día sigue confundiendo la necesidad de fe por la sed de poder, pero dejaron unas fachadas memorables que hacen erizar los pelos de cualquier turista que se acerca a tomar la foto.
Cuando se ingresa a esta Plaza, la imponencia de la Catedral deja mudo al más elocuente, en el silencio se trata de encontrar una explicación a tanta belleza, mientras que el galope de un carruaje genera un ambiente de época perfecto para la imaginación. De pronto una trompeta emite un estrepitoso sonido que rompe con los diálogos vecinos. Es hora del cambio de marcha en el Palacio de Pizarro y el Presidente de turno necesita que 50 soldados le recuerden que el público atiborrado en la reja quiere verlo. El alto hombre, de tez indígena, esboza una falsa sonrisa y mueve su mano de un lado a otro, quiere transmitir un saludo, pero su mente sigue pariendo insultos a los cholitos atumultados, después de todo, despretigiar a Latinoamérica ya no es un privilegio del primer mundo, o de los que creen pertenecer a él.
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