lunes, 12 de septiembre de 2011

El Cristo de Río



El Redentor de espaldas. Vigilando sigilosamente lo que pasa en Río.



Cuando se piensa en Río de Janeiro es inevitable imaginar una garota moviendo sus caderas de forma exquisita. Lo malo es que el retrato se daña cuando se mira con detenimiento y se observa un europeo tratando de imitar los pasos de la Zamba; pero su poca capacidad motriz y sus ojos centrados en los glúteos de la bailarina le hacen trabar sus movimientos y fallar en la concentración, generando risas en el público que los rodea y un rojo inexplicable en la cara de su acompañante.

Río es pasión por el fútbol, aún sigue ostentando el título de tener el estadio más grande del mundo, el Maracaná. Escenario que será remodelado para el Mundial de Fútbol del 2014 y para recibir dos años más adelante, los primeros Juegos Olímpicos realizados en Suramérica. Río es playas de arena blanca, llenas de cuerpos esbeltos y atléticos que se mueven de un lado al otro persiguiendo una pelota de volley playa, y atrayendo las miradas de cualquier curioso que le guste deleitarse con un buen físico. 


Río es el ejemplo perfecto de la cultura brasileña, que se contajia con facilidad y se envidia con dulzura. La ciudad es custodiada por un gigante que se eleva a 709 metros, sobre el Cerro Corcovado, le dicen el Cristo Redentor y hace poco le fue otorgado el título de maravilla del mundo por un montón de desocupados que llenaron una encuesta por Internet.  El Cristo es el símbolo de Río y es parte de los atractivos más visitados por los turistas en Brasil. Su misión es poner buena cara, posar con su mirada seria en cada una de las fotografias y mantener los brazos en forma de cruz, para que el viento le esparsa el sudor y evite generar malos olores. 


Pero en Río no todo es color de rosa. En la parte del centro histórico se encuentra lo que para muchos es la catedral más fea del mundo, una edificación con figura extraña que se asemeja a un bongo africano, sólo que sin tanto color. Los turistas van y se toman la foto para llevarse una prueba de que no exageran al decir que esa iglesia en un esperpento, pero siempre que ponen cara de desconcierto, el Cristo los observa con desdén, no comprende por qué los extranjeros quieren imponer sus gustos a toda costa. Alguna vez, un grupo de turistas discutieron sobre la mirada de la estatua, unos decían que les había hechado el mal de ojo por sus críticas a la Catedral, pero se tranquilizaron al ver pasar un europeo con falda de Carnaval, queriendo imitar el sabor brasilero, pero le era imposible, empezando por su tez tan clara y tan blanca.  El corillo olvidó la disputa, era comprensible que el Redentor se sintiera avergonzado con tan penoso visitante.

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