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Catedral Primada de Bogotá, hogar de las palomas que le dan vida a la plaza capitalina
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Bogotá se le conoce como la Atenas Suramericana,según los expertos, por albergar una buena cantidad de museos y exposiciones de arte. Y no mienten al calificarla así, pues tener al festival de teatro más grande del mundo cada dos años, es un gusto que pocas ciudades se pueden dar. A la capital colombiana la atraviesa la Carrera Séptima. Es su arteria principal. Por la que fluye el tráfico y la vida de millones de bogotanos cada día.
Esta importante vía surge en el centro de la ciudad, cerca a la Plaza de Bolívar, sitio icónico de la historia colombiana, donde se encuentran los tres poderes de la nación y el lugar ideal para toparse con un puñado de palomas revoltosas, que día a día aterrizan en la Plaza para comer maiz tierno, de ese que venden a 2.000 pesos los señores del sitio. Estas aves hacen parte de un paisaje urbano que ya está absorvido por la ciudadanía,se venden al mejor postor y le dan sentido a las frías sonrisas que caracterizan las caras capitalinas.
Hace poco Diego estuvo en Bogotá, fue para ver un espectáculo de talla internacional y para sacar la visa mexicana. Aprovechó la estadía y se aventuró a conocer Bogotá por su propia cuenta. Empezó en el bonito Eje Ambiental de la Avenida Jiménez, obra de Rogelio Salmona, bajó por toda la Séptima para conocer un poco sobre La Candelaría, ese barrio colorido, lleno de casas pequeñas con fachadas resquebrajadas por el paso de tanto tiempo y de tanto olvido.
Diego estaba feliz de respirar tanta historia. Se tomaba foto con cualquier aviso, piedra o persona que le llamara la atención. De pronto, la ventisca de las doce del día empañó un poco el cielo, era hora de ponerse la chaqueta de cuero que había estado doblada en la esquina derecha de su mochila. Se la puso mientras temblaba un tanto por esa corriente pasajera. Se resguardó como debía e ingresó a varios museos, bibliotecas y exposiciones del centro histórico. Bajó hasta la Plaza de Bolívar, entró a la Catedral por pura curiosidad, se imaginó la toma del Palacio de Justicia, hizo un gesto grotesco con su mano al Capitolio Nacional y preguntó por el delgado edificio rojo con ventanas blancas y arquitectura inglesa que completaba la Plaza. Nadie le respondió con gusto. Un vendedor de maiz para palomas le indicó que allí vivía un hombre muy indeseable y antes de que terminara su discurso con efusividad inédita le tocó espantar a cuatro aves que depositaban su rila viscosa sobre sus bolsas de maíz. Seguro las regordetas esas pensaban, " o me das o te las ensucio". Después de pelear un poco, el señor se acercó y finalizo su argumento de ciudadano molesto. Era el Palacio de Lievano, la Alcaldía de Bogotá.
Continuó el recorrido por la Casa de Nariño, una mole de mármol crema en la que duerme el Presidente y su familia de forma gratuita, los colombianos eligen al político de la sonrisa menos fingida y le pagan el arriendo en ese bonito palacio, aunque algo sucio. Cuatro años le dura la ganga. El lugar es vigilado por los muchachos de vestido rojo que se hacen llamar guardia presidencial. Diego los veía algo sobrios y elegantes pero se decepcionó cuando se le acercó a alguno y descubrió que tenía escondido un radio cerca al marco de su espada, que emitía un chocante sonido característico de la emisora Radio Uno.
Decidió recortar tiempo para poder conocer el Centro Internacional. Se confió de la seguridad del sector y emprendió una travesía por tres cuadras del centro bogotano. Un hedor feo lo hizo detener, las construcciones antiguas habían sido reemplazadas por ventas callejeras que atiborraban el paso, las palomas ya no estaban por ningún lado, el museo más cercano estaba a 15 cuadras y ahora sus ojos eran testigo del caos de la Carrera Décima en plena hora pico.Era increíble, a dos cuadras le esculcaron hasta los tuétanos para velar por la seguridad del sector, pero en ésta le tocó empezar a rezar para que el señor del mueco que pasó por su lado no le repetiera la requisada. El panorama dio un giro tenaz, los buses competian por avanzar milímetros, las personas caminaban en desorden, estrujando a quién se les atravesara en el camino y una nube de humo gris producía pequeñas gotas en los ojos de los ajenos al lugar. Diego no fue la excepción y tuvo que utilizar la manga de su chaqueta para limpiar un poco sus pestañas humedas. Un taxista se apiadó de él, le ofreció llevarlo por buen precio al Centro Internacional y en menos de 20 minutos ya tenía al Museo Nacional al frente para ingresar. Las Torres del Parque de Salmona, hechas de ese ladrillo maldito que tanto es criticado, le daban la bienvenida a la periferia del centro menos caótica.
A Diego se le pasó el tiempo entre museos. El humo era parte del pasado. La historia del atraco con arma blanca lo dejó de preocupar; y el frío se olvidó con el brillo del Poporó Quimbaya en el Museo de Oro. Salió de noche. El sexto taxista que paró aceptó llevarlo a la zona de su hotel, pues los cinco primeros se daban el lujo de decir que no, que se dirigían hacía otra zona, que mejor le preguntara a otro conductor. Entablaron una conversación algo escueta. Diego necesitaba hacer algo pues la neblina ya lo estaba atontando y no quería dormirse en un taxi de una ciudad desconocida. En medio de su batalla para ganarle al sueño una torre de luces coloridas lo despertó, se acercó un poco más y enfocó sus iris. Que grata sorpresa para Diego fue encontrar un edificio, bastante alto,con los colores de la bandera gay; le reconoció al taxista que esa inclusión cultural era enviada por muchas ciudades, pero el conductor lo tomó como un insultó. " Oiga bruto, esa es la Torre Colpatria, el edificio más alto de Colombia y símbolo de la banca nacional". Diego se puso rojo como tomate pinto y pidió disculpas como cinco veces, lo positivo de esto fue que el frío pasó a segundo plano y el sueño estaba renegando con el conductor por haberle ayudado a Diego a ganarle la batalla.
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Torre del Parque, orgullo de Salmona. Torre Colpatria, simulación de Bandera Gay. |